Me quedé un momento a solas. Ya decidí qué pedir para comer y dejé la carta sobre la mesa. Bebí un poco de cerveza. Miraba con curiosidad los rostros, los gestos, e imaginaba conversaciones que no lograba entender, o no quería. Te vi sentándote a la mesa, sonreíais. Se me agolparon mil preguntas y tuve delante mis recuerdos. Todo muy breve. De pronto, y en cascada, voces alrededor y un transcurrir de platos, bromas y cervezas, ni una mirada más. Ni una mirada.
Horas después salgo con dos compañeros de trabajo de una sala, caminamos unos metros y entran ellos en otra algo más pequeña, hay una reunión, nos despedimos, adiós, nos vemos mañana. Camino despacio, termino de trabajar en una hora y regreso luego a casa. Bajo las escaleras. Te vuelvo a ver, me sorprendo, me miras y saludas, me alegro tanto de verte. No lo esperaba. Guardo unas carpetas, recojo mis cosas y salgo, ya terminé por hoy.
Después, fuera ya del edificio miro la hora, no es tarde y me apetece, de repente, caminar y, tal vez, tomarme alguna copa, en casa no habrá nadie ahora. Doy unos pasos y oigo una voz, me llaman, me llamas, me paraliza escucharte, me giro y sonriendo nos volvemos a saludar, dos besos, ¿cómo estás?, ¿tienes algo que hacer?, ¿nos ponemos al día tomando unas cervezas? Transcurren un poco más de dos horas y casi no deseamos separarnos ¿te volveré a ver?, me dices y caminamos hasta decir adiós, mañana te recojo.