En recepción le informan: Un imprevisto retrasará la cita que ha esperado largo tiempo. No puede irse y tampoco esperar ahí. Le aseguran que será atendido, aunque no la hora. Tienen mis datos; le llamaremos; por favor; perdone las molestias; adiós; buenos días dice al fin, saliendo contrariado de aquel viejo inmueble dudando qué hacer. No debería alejarme demasiado, pensaba, comenzando sus inesperados paseo y monólogo. Y caminó por desconocidas calles, sin ninguna prisa. Un detalle le detuvo. Recordó la conversación sobre un lugar donde el café y el arte eran conjugados con gusto y con tranquilidad, cosas que, de pronto, le apetecían. Hizo memoria y allí se dirigió, olvidada su cita. Decidió, entre tapa con cerveza y café con dulce, acercarse a la sala donde exponían fotos de un autor gallego, desconocido para él. Sumido en la bruma de sus fotos no sintió la cercanía de quien le observa con intriga hasta que, después de oír una lejana voz, tocan su brazo.

Deja una respuesta