¿Cuál es tu rutina de mañana? ¿Qué haces durante la primera hora del día?
Si alguien pudiera verte todo el tiempo, para contarte, le bastaría tan solo un día. Dudando si incluir tus desvelos comenzaría tu historia contando, de siete a ocho de la mañana: si es tu mujer, son los dolores de tu espalda o si has ya colmado el sueño, aquello que te devuelve la vigilia. Si yo pudiera verte me sentaría, observaría y relataría (solo has de imaginarme) que esperas el momento, a una señal, para salir de entre tus sábanas, vestirte y escapar de allí, no sin sigilo, porque te cuesta hablar y escuchar tan temprano. Una vez instalado en la cocina pones leche a calentar; llenas de fibra, miel y cereales tu cuenco del desayuno; coges, de cajas y frascos, tus pastillas diarias esforzándote por seguir las voces del televisor y las de tu mujer. Apagas el televisor cuando te besa tu mujer y dice adiós. Solo y sin energía preparas tu primer café.

A veces es como si se sintiera una gran soledad y vacío, el sentido de la vida que no se encuentra y nos convierten en banales autómatas que deben vivir esta vida de una manera básica e impuesta sí o sí
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