Decidió dar el paso y pidió cita para el próximo jueves, su día libre, según su calendario de trabajo. Le venía bien que fuese a las diez de la mañana, así aprovecharía para ver a una amiga, hacer la compra y pasar por la librería para gastarse un dinero ahorrado ex profeso para tal dispendio. Pensaba alguna vez qué diría al llegar a la consulta. Llegaría, recibirían y pedirían los datos, porque es el protocolo, señalándole la sala al concluir donde esperar paciente y, mascullaba, apretarse los machos, sentado en un sillón, o silla. Y empezaba a arrepentirse de su decisión. Tanto darle vueltas, ya en frío, le dio por pensar que ya no le soporta más y le presiona. Yo soy el mismo, se dice, no siente que haya cambiado aunque, pensándolo bien, jamás se ha visto desde fuera y sea verdad lo que me dice, que sea un neurótico obsesivo. Quizá no sea normal lo que a mí me parece, piensa. Le saluda su amiga, ya son las diez del jueves.

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