Mil palabras

Hablamos de mil palabras, recuerdo que dijo mientras termino de ducharme, vestirme y sentarme a escribir contando cosas de otro como si fuera sobre mí. ¿Cuánto tiempo necesito para contar qué y con cuántas palabras? En realidad, mil palabras son pocas, muy pocas palabras, pero conseguir una frase y elevarla a un párrafo, a una historia que funcione, eso es ya más complicado.

Anoto superíndices en mi cuaderno al cabo de unas pocas frases, y la hora en mi memoria, para ver qué puedo ser capaz de hacer y en cuánto tiempo, es solo un ejercicio y lo que cuenta son las palabras, que sean mil y que pueda leerse sin abochornarse. Pero avanzo lento, avanzo, aunque despacio, y cuando llego a entender mi propia letra porque la prisa, que lamento, vuelve ilegible mi escritura manuscrita y lenta, desquiciante, exigente, mi postrera escritura mecanográfica.

Como cuando hablo de leer (me viene Murakami a la memoria) ¿de qué hablo cuando hablo de leer? Igual que no sé cuánto tiempo podría necesitar para escribir quién sabe qué o sobre qué cosa, tampoco sé, porque me surgen dudas a cada instante me atrevería a decir, sobre qué libro leer.

Ni mil palabras, ni el silencio, concluyo, mientras escucho una voz rota que me distrae, que no entiendo.

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