Alguien, al otro lado de la calle, lee en voz alta un viejo libro. No lee mucho, ni muy deprisa porque se distrae mucho y con cualquier cosa, ya sea un ruido, una voz, sus fantasmas, por eso lee, se obliga a leer. Alguien, al otro lado de la calle, se queda suspendido en el instante evocador de una palabra, el tic tac de su reloj, la lluvia que no cesa. Alguien, que ya perdió interés por la lectura, vio, al levantar la vista, una puerta que se abre.

Interesante relato, la imagen representativa, tenebroso.
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