Sintió el abandono de Ana, su alejamiento abriendo, Juan, sus ojos en vano, pues nada distinguía, pero no se alarmó ya que supuso que no aguantaría acostada ni un minuto más. Buscó, a tientas, la manta que Ana rechazaba siempre (demasiado calor, decía), cerró sus ojos y se arrebujó en la cama, aún era pronto para él. Llueve y seguirá así durante todo el día le dijo Ana al verle vestirse más tarde. Un día de penumbras, pensó Juan. Ana, que estaba lista para salir, cogía sus llaves y se despedía con un beso.
