Felices sueños

Se despierta, Luis, muy cómodo en su cama, muy descansado, pero no se levanta porque todo sigue a oscuras. Vuelve a cerrar los ojos. Quiere rememorar el día de ayer, lo cotidiano del día y lo extraordinario; los encuentros habituales y los que tarda en olvidar; lo que hizo y lo que olvidó mientras llega el sopor, preludio de un nuevo sueño. Oye una tos y abre, asustado, los ojos. Le hace gracia y le sorprende confundirse en tal tiniebla que escudriña sin éxito aguantando la vista en algún punto del cuarto, pero cayendo de nuevo, pese a su voluntad, sus párpados abriéndose con las primeras luces del día y con un ir y venir de su mujer (¡pero…!, musita él) recogiendo lo necesario porque, dice a gritos dirigiéndose a la salida, ¡no lo aguanto más!, ¡me marcho!, (¡espera…!, se oye decir él, vistiéndose e ir tras ella) ¡no quiero volverte a ver!, cerrando con un portazo. No llega a tiempo de impedirle que se aleje con uno de los coches, pero sí de ver la dirección que toma y sigue en otro coche. Circulan deprisa, llueve. La mujer acelera y su marido intenta rebasarla… otra tos le devuelve del sueño, un murmullo. No puede levantarse, moverse o gritar, solo ver al grupo de personas que se acercan, le rodean, le lloran. Se acerca sonriendo su mujer que le susurra al oído ¡pronto te incineran, cariño!

Photo by Enrico Perini on Pexels.com

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