Me he despertado igual que en los últimos días, sin oír apenas un ruido y con los dolores habituales de espalda.
Cuando hube revisado el correo, mandado mensajes esperados, todo, después del desayuno, y tomado ese café con el que inicio mi trabajo pienso, tercera persona, quizá funcione así, en tercera persona, y repaso mentalmente el texto que recuerdo, la historia, un tanto modificada. Pero al sentarme a escribir vuelvo a tener dificultades con el comienzo, con las primeras frases.
Me quito las gafas y miro al frente. Hay, no muy lejos, una arboleda que vibra y oscila de un lado al otro por las fuerzas inconstantes del viento. Veo, algo borroso por la miopía, sobrevolarme un ave, que apenas distingo pero que reconozco por el sonido que sale por su pico, que se dirige, en un vuelo recto que, al llegar a las partes más altas de aquellos árboles, desvía en una curva ascendente hasta una rama que se me oculta entre otras tantas, o entre sus propias sombras, si cesa el viento.

Me gusta cómo escribes y con tanta coma… Escribes tan bien, que ya es hora de que empieces a escribir sin tanta coma…
Un saludo.
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