El séptimo día

No sabía por cuánto tiempo, pero debía viajar una o dos veces por semana, leyó en un breve mensaje. No tienen el valor de decírmelo a la cara, pensó. Un segundo mensaje añadía que le sería entregado, por mensajería, un paquete con instrucciones y ya no habría más contacto. Era una molestia de la que se creyó a salvo, una vida, o aspectos de una vida a los que renunció de modo, dejaban claro, unilateral, porque no admitieron, nadie aceptó, confirmó, su renuncia, manteniéndole en nómina, sin cobro, como esas células durmientes, pensó aprensivo. Quiso negarse ¿con qué excusa? No podría y su actitud fue clara, debía hacerlo, lo haría, aunque a su modo. Pocos días después llamaron a su puerta y un repartidor le entregó un paquete y una nota dentro de un sobre cerrado, sin remite, donde leyó que disponía, aún, de una semana para organizarse y arreglar sus asuntos, al día desde hacía ya tiempo. La organización era otra cosa. Y dejó, sobre una mesa, el paquete sin abrir, su curiosidad y tiempo para el séptimo día, y último, antes de recobrar su vida.

Imagen tomada de Pinterest

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: