El muro de arizónicas

Sí, suele pasarme que no sé cómo contarte, cómo explicarte hasta lo más sencillo. Pienso es si por culpa de un tumor, o de una tara, o de una enorme exigencia, o por mi manera de complicarlo todo tanto. Solo quería bañarme, nada más, en la piscina. Hacía mucho calor, mucho, y apenas una brisa que aliviase, ni a la sombra, siquiera. Solo eso, bañarme, y en, no sé, ¿una hora?, ¿dos, quizá?, oiría el timbre de la puerta ¿podría oírlo? Dentro de la piscina apenas oigo nada, menos aun cuando depura y esos ruidos, esas voces un poco más allá del muro de Cupressus arizonica infestado de avispas, o los ladridos de esos perros tan pequeños, feos y nerviosos, o… Ya sé, ya sé que no te gustan ciertos comentarios, pero feos, para mí, lo son. ¿Serías tú, por fin, quien decidiera dar el paso? Lo imaginaba, aunque ya no fuera ese mi deseo y que una vez dejara escrito, ya sabes, que antes de poner punto final, antes de la derrota, antes de tanto orgullo se oyera ¿en una hora o dos, dije?, ¿y antes de entrar en la piscina?, el timbre de la puerta y tras la espera, siempre tan intensa, eterna, abrasadora, me dijeras que un poco antes, por el cuello, pecho, manos, antes de entrar en la piscina, me mojase…

Imagen tomada de Pinterest

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