Subió las escaleras, casi al final del día, como ya las subiera al regresar a casa hace algún tiempo y ya supiera, o no faltase mucho para conocer, por cambios sutiles, silencios prolongados o una pequeña y pertinaz, que siempre estuvo ahí como la advertencia de un giro o cambio posibles que se asimila u olvida o acepta, cisura que crecía alimentada por malentendidos, continuas discusiones y consuelos en brazos equivocados. Subió callado, circunspecto y con ganas de volver por donde vino cargando con su parte de culpa y algunas pertenencias olvidadas.

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