Hay en el salón una enorme mesa llena de libros colocados de pie y al borde y otro montón de libros, en pilas, a izquierda y derecha y libre el centro de la mesa, donde suele poner su teclado inalámbrico y teclear, mientras consigue ver la imagen siguiente a la que describió en un intento de narrar, frases y frases que va releyendo hasta llegar a un punto en el que se siente satisfecho y decide que es el fin, como le pasa cuando dibuja, jamás pinta, y traza sobre el papel líneas y sombras y no sabe nunca cuándo parar, nunca cuándo ha terminado y todos sus dibujos, como sus textos, muestran sus fallos, muestran lo inacabado, la imperfección, pero le importa poco porque aquello que escribió, aquél dibujo, entre montones de libros, de papeles, son lo que le queda por decirte.