La verdad es que estoy bloqueado. No me atrevo a empezar de nuevo y borro, borro o tiro a la papelera folios, textos de mi ordenador, notas, todo. Me levanto de la silla y camino por mi casa de una a otra habitación como buscando y termino de pie frente a una ventana mirando con ojos miopes el césped recién cortado y unas nerviosas y oscuras manchas moviéndose de un lado a otro. Paso minutos así, en silencio, con la ventana cerrada por el viento y el frío y trato de ver, sin forzar la vista, como dejándose llevar, la línea que separa el cielo de la montaña, ahora de blanco, sonrío, como yo, y de imaginarme allá en algún refugio, al calor de una chimenea, oyendo a mi espalda murmullos de otras personas que se decidieron por ese lugar, ese tiempo y esa compañía. Paso minutos mirando con mis torpes ojos y viendo en mi mente instantes, oyendo algún sonido, alguna voz o recordando alguna melodía y nada de esto me desbloquea, nada de esto me prepara para enfrentarme con un nuevo texto a un folio, a la pantalla del ordenador, pero me da una cosa que suelo perder y que no encuentro en otra parte y así decido terminar el día.