Miro el reloj, las cinco y media. Llueve y seguirá lloviendo y tal vez haga frío y pronto llegará la noche y aún no sé qué hacer hasta que den las diez y pueda verte, quizá la última vez, y hablarte aunque sé que no podré acertar con una explicación porque no habrá tiempo, porque estarás sola hasta las once, hora en la que llegará la tropa a casa, a tu casa, tu tropa, tu marido, tus hijos, y mis palabras, urgentes, inconexas, ajenas aún a ti serán parte del humo de tus cigarrillos. Camino, me apetece caminar porque me ayuda a pensar y he de poner algo de orden entre tanto ruido. Un argumento, eso es, algo que puedas entender si alcanzo un poco de silencio, serás mi último reducto, el borde de mi precipicio, mi costa, mi fin, el fin porque después de ti ya no me quedará nada a qué aferrarme aunque debo seguir, pero será empezar de nuevo y lejos de aquí, ya no podré, no volveré a insistir más.
Que tristeza transmiten tus palabras
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