Suena el teléfono. Ya no esperaba tu llamada. Colgué, caminé despacio hasta mi cuarto y recogí mis gafas. Me contemplé un momento, después estaba en otra parte. Mirándome no me veía. Volvió a sonar el teléfono y sentí sobre mis hombros una terrible carga. No contesté. Salí de casa una hora más tarde, no eran las diez de la mañana, y caminé por la ciudad sin haber fijado un destino. Encontré vacío un banco donde sentarme, en un parque, frente al mar. Mientras oía tu última llamada veía caer tu cuerpo malherido.